Ha sido una semana de locos (y creo que se aproximan unas cuantas más).
Todos los días me encuentro con una nueva batalla (que por supuesto, no puedo permitirme perder).
Vamos, que no tengo tiempo de aburrirme... Tampoco para pensar, ni para leer, ni para nada... bueno casi nada.
Queria tener tiempo para este post porque va dirigido a una persona muy, muy especial y que estoy segura que su magia va a quedar por muchos años dentro de nosotros.
Baal Shem Tov era conocido dentro de su comunidad porque todos decían que él era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuchaba sus palabras cuando él hablaba.
Se había hecho una tradición en este pueblo. Todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaba algo que no habían podido conseguir iban a ver al rabino.
Baal Shem Tov se reunía con ellos una vez por año, en un día especial que él elegía. Y los llevaba a todos juntos a un lugar único, que él conocía, en medio del bosque. Y una vez allí, cuenta la leyenda, que Baal Shem Tov armaba con ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y muy hermosa, y entonaba después una oración en voz muy baja... como si fuera para él mismo.
Y dicen...
que a Dios le gustaban tanto esas palabras que Baal Shem Tov decía,
se fascinaba tanto con el fuego armado de esa manera,
quería tanto a esa reunión de gente en ese lugar del bosque...
que no podía resistir el pedido de Baal Shem Tov y concedía los deseos de todas las personas que ahí estaban.
Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie sabía las palabras que Baal Shem Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo...
Pero conocían el lugar en el bosque. Sabían cómo armar el fuego.
Una vez al año, siguiendo la tradición de Baal Shem Tov había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en ese mismo lugar en el bosque, prendían el fuego de la manera en que habían aprendido del viejo rabino, y como no conocían las palabras cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban y hablaban de cualquier cosa en ese mismo lugar alrededor del fuego.
Y dicen...
que Dios gustaba tanto del fuego encendido,
gustaba tanto de ese lugar en el bosque y de esa gente reunida...
que aunque nadie decía las palabras adecuadas, igual concedía los deseos a todos los que ahí estaban.
El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se ha ido perdiendo...
Y aquí estamos nosotros.
Nosotros no sabemos cuál es el lugar en el bosque.
No sabemos cuáles son las palabras.
Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego a la manera que Baal Shem Tov lo hacía...Sin embargo hay algo que sí sabemos.
Sabemos esta historia,
Sabemos este cuento...
Y dicen...
que Dios adora tanto este cuento...
que le gusta tanto esta historia...
que basta que alguien la cuente...
y que alguien la escuche...
para que Él, complacido,
satisfaga cualquier necesidad
y conceda cualquier deseo
a todos los que están compartiendo este momento...
Ojala, que asi sea...
Las despedidas son irremediables, forman también parte de la vida.
Pero cuando los grandes se van dejan una huella imborrable por muchos años, su magia permanece en ese lugar y en el recuerdo de todo el mundo que los conoció.
Hoy, lamentablemente, es uno de esos dias.
Se nos va una de las grandes, la jefa de la Manada, se nos va Akela. Dejando su magia y su huella por donde ha caminado.
Nada podemos hacer los demás, simplemente darte las gracias por todo el trabajo realizado, por tantos lobatos que has cuidado y educado. Con la esperanza de que algun día decidas regresar.
A mi forma, a mi manera, me despido de mi madrina. Te echaremos de menos.
buscando un nuevo rastro.
Buena caza y largas lunas te deseamos Hermano Gris y yo.