Siento mi tardanza. Como veréis mi blog esta un poco cambiado… mi blog… y mi vida en general. Ni para bien, ni para mal, cambiada.
No tengo mucho tiempo libre, ahora tengo bastantes más responsabilidades y a lo que dedico más tiempo es a 15 locos no tan bajitos.
Ha sido mi primera acampada (la primera como jefa, claro) con algunos de ellos. Ha habido muchas sorpresas para ellos, pero también para mí. Y, por supuesto, muchos momentos de confesiones, lo cual agradezco porque eso significa que confían en mi. Siendo confidente te enteras de muchas cosas, algunas buenas y otras no tan buenas.
Y justo en ese momento de confesiones… para mi sorpresa, salto la bomba.
Nunca os tendríais que haberos enterado de eso, porque son cosas de adultos. Eso tenía que haberse quedado ajeno a vosotros, como tantas otras cosas…
¿Qué podemos hacer? ¿Qué hacemos cuando alguien nos ofende, aposta o sin querer?
Os lo explicaré con este cuento…
Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:
- Profesor, lo que más me alegra de haber terminado sus clases es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburrida.
El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:
- ¿Cuando alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?.
El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.
- ¡Por supuesto que no!, contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.
- Bueno- prosiguió el profesor. -Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.
- No entiendo a qué se refiere - dijo el alumno confundido.
- Muy sencillo -replicó el profesor. Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio, y, si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo. Y yo, mi amigo, en verdad prefiero obsequiarme mi propia serenidad.
- Muchacho- concluyó el profesor en tono gentil. -Tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón, pero de mí sí depende lo que yo cargo en el mío.
Cuando recibimos una ofensa o cuando alguien sin conoceros os ofende, no debéis enfadaros ni sentiros molestos. Pues somos personas libres, somos tan libres que podemos aceptar o no ese regalo que nos ofrecen.
También a mi me han intentado ofender en otras ocasiones, y yo he sido totalmente libre de aceptar la crítica o la ofensa, o dejarla correr y no dar importancia.
Ahora es tu momento, ahora es vuestra oportunidad… y bien, ¿qué decides hacer?
¡Saludos a todos!
Capítulos que se abren y capítulos que se cierran
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Dos de febrero de dos mil veintitrés. Con el pelo aún húmedo de la ducha,
me siento a escribir.
Lo he hecho ya unas cuantas veces en estos últimos quince ...